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De la Pasión al Lamento en la Ilíada: Andrómaca, Héctor y Príamo

Hoy os quiero hablar sobre dos fragmentos de la Ilíada, una epopeya clásica griega escrita por Homero. En ella narra la Guerra de Troya y se centra en los conflictos y héroes griegos, especialmente en la ira de Aquiles.

Amor en Tiempos de Guerra: Las Lamentaciones de Andrómaca

El otro día, en clase de Literatura Universal, estuvimos leyendo El Diálogo entre Andrómaca y Héctor, pero no nos dio tiempo a finalizar la lectura. Así que hoy, al llegar al aula, hemos estado recordando qué es lo que leímos antes del puente. 



En esta escena, Andrómaca expresa su preocupación por la suerte de Héctor en la guerra y su miedo a que nunca regrese. El diálogo se adentra en temas como el miedo, el amor, el heroísmo y el destino. Estos sentimientos que expresan los personajes tocan la fibra sensible de los lectores.

A través de las palabras de Andrómaca y Héctor, Homero pretende recordarnos la importancia de los familiares en medio de la guerra.

Cuando hemos leído este fragmento de la Ilíada y lo hemos comentado en clase, me he puesto a pensar en cómo puede haber pasado tanto tiempo y podamos seguir conectando tanto con los personajes. Y, por mucho tiempo que haya pasado, el problema que representa este texto nos llega al corazón y lo sentimos tanto que, al final llegamos a conectar con ellos de una manera u otra.


Príamo a Aquiles: "Devuélveme a mi Hijo, y te Invitaré a la Fiesta de Troya"

Al terminar con el otro, hemos estado leyendo todos juntos este fragmento en el que Príamo le suplica a Aquiles que le devuelva el cuerpo de su hijo para celebrar su debido funeral. Este texto, a parte de exponer la crueldad de la guerra, muestra la compasión y humanidad que pueden aparecer incluso en esos momentos de tensión. Os lo dejo a continuación:

Os propongo la lectura de uno de los pasajes más emotivos de la llíada, el que corresponde al momento en que Príamo va a suplicar a Aquiles que le permita recuperar el cadáver de su hijo Héctor para hacerle los funerales que corresponden a una muerte con honor.

Os recomiendo también que pinchéis en el siguiente enlace, en el que podréis acceder a una selección de fragmentos de la obra que os permitirá seguir su línea argumental y disfrutar de algunos de los pasajes más significativos de la misma:

Cuando esto hubo dicho, Hermes se encaminó al vasto Olimpo. Priamo saltó del carro a tierra, dejó a Ideo para que cuidase de los caballos y mulos, y fue derecho a la tienda en que moraba Aquileo, caro a Zeus. Le haló solo —sus amigos estaban sentados aparte—, y el héroe Automedonte y Alcimo, vástago de Ares, le servían, pues acabeba de cenar, y si bien ya no comía ni bebía, aún la mesa continuaba puesta. El gran Príamo entró sin ser visto, y acercándose a Aquileo, le abrazó las rodillas y besó aquellas manos terribles, homicidas, que habían dado muerte a tantos hijos suyos. Como quedan atónitos los que, hallándose en la casa de un rico, ven llegar a un hombre que tuvo la desgracia de matar en su patria a otro varón y ha emigrado a país extraño, de igual manera se asombró Aquileo de ver a Príamo, semejante a un dios, y los demás se sorprendieron también y se miraron unos a otros. Y Príamo suplicó a Aquileo, dirigiéndole estas palabras:

—Acuérdate de tu padre, oh Aquileo, semejante a los dioses, que tiene la misma edad que yo y ha llegado a los funestos umbrales de la vejez. Quizás los vecinos circunstantes le oprimen y no hay quien le salve del infortunio y la ruina; pero al menos aquél, sabiendo que tú vives, se alegra en su corazón y espera de día en día que ha de ver a su hijo, llegado de Troya. Mas yo, desdichadísimo, después que engendré hijos valientes en la espaciosa lión, puedo decir que de ellos ninguno me queda. Cincuenta tenía cuando vinieron los aqueos: diecinueve eran de una misma madre; a los restantes,

diferentes mujeres los dieron a luz en el palacio. A los más el furibundo Ares les quebró las rodillas; y el que era único para mí y defendía la ciudad y a sus habitantes, a éste tu lo mataste poco ha mientras combatía por la patria, a Héctor; por quien vengo ahora a las naves de los aqueos, con un cuantioso rescate, a fin de redimir su cadáver. Respeta a los dioses, Aquileo y apiádate de mi, acordándote de tu padre; yo soy aún más digno de compasión que él, puesto que me atreví a lo que ningún otro mortal de la tierra: a llevar a mis labios la mano del hombre matador de mis hijos.

Así habló. A Aquileo le vino deseo de llorar por su padre; y cogiendo la mano de Príamo, le apartó suavemente. Los dos lloraban afligidos por los recuerdos: Príamo acordándose de Héctor, matador de hombres, derramaba copiosas lágrimas postrado a los pies de Aquileo; éste las vertía, unas veces por su padre y otras por Patrocio: y los gemidos de ambos resonaban en la tienda.

/.../


—Acuéstate fuera de la tienda, anciano querido; no sea que alguno de los caudillos aqueos venga, como suelen, a consultarme sobre sus proyectos; si alguno de ellos te viera durante la veloz y obscura noche, podría decirlo a Agamenón, pastor de pueblos, y quizás se diferiría la entrega del cadáver. Mas, ea, habla y dime con sinceridad cuantos días quieres para hacer honras al divino Héctor; y durante este tiempo permaneceré quieto y contendré al ejército.

Le respondió el anciano Príamo, semejante a un dios:

— Si quieres que yo pueda celebrar los funerales del divino Héctor, obrando como voy a decirte, oh Aquileo, me dejarías complacido. Ya sabes que vivimos encerrados en la ciudad; la leña hay que traerla de lejos, del monte; y los troyanos tienen mucho miedo. Durante nueve días le lloraremos en el palacio, en el décimo le sepultaremos y el pueblo celebrará el banquete fúnebre, en el undécimo erigiremos un túmulo sobre el cadáver y en el duodécimo volveremos a pelear, si necesario fuere.

Le contestó el divino Aquileo, el de los pies ligeros:

— Se hará como dispones, anciano Príamo, y suspenderé el combate durante el tiempo que me pides.

Dichas estas palabras, estrechó la diestra del anciano para que no abrigara en su alma temor alguno. El heraldo y Príamo, prudentes ambos, se acostaron en el vestíbulo. Aquileo durmió en el interior de la tienda sólidamente construida, y a su lado descansó Briseida, la de hermosas mejillas.

Las demás deidades y los hombres que combaten en carros durmieron toda la noche, vencidos del dulce sueño; pero éste no se apoderó del benéfico Hermes, que meditaba cómo sacaría del recinto de las naves a Príamo sin que lo advirtiesen los sagrados guardianes de las puertas.


Príamo, anciano y dolorido, llega a los pies de Aquiles, el más poderoso de los guerreros griegos. Las palabras de Príamo y la reacción de Aquiles nos enseñan el contraste entre la crueldad de la guerra y la humanidad en sus corazones. Príamo suplica humildemente a Aquiles que le permita recuperar el cuerpo de su hijo para darle un digno entierro, a pesar de que están en posiciones opuestas en la guerra.

Este fragmento de la Ilíada nos permite explorar temas como el dolor del duelo, la compasión y la empatía, incluso en esas circunstancias. A pesar de la reputación que tiene Aquiles como un fuerte guerrero, empatiza con Príamo y le permite conseguir ese entierro que tanto desea. Príamo, por otra parte, muestra valentía al enfrentarse a su enemigo para conseguirlo.

Este texto me ha llevado a la conclusión de que hasta en los momentos más oscuros, las personas pueden aflorar a través de la compasión y la empatía. Y, por último, la súplica de Príamo nos enseña que hay que luchar por lo que uno quiere hasta en un caso así de complicado.

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